El tiempo cuanto menos es plata
Respeto, nervios e ilusión, sobre todo ilusión. Las entrevistas de trabajo imponen y el que diga lo contrario se está tirando el rollo. Imponen siempre aunque seas un buen candidato, vayas preparado y creas con buen criterio que, al menos a priori, das el perfil. El que ha hecho los deberes (de esto hablaremos en otro momento porque da para muchas letras) se enfrenta a la última etapa del proceso de selección como quien se juega todo a una carta, o al 24 rojo…
Pero y ¿hasta llegar a ese momento?, el de dar la cara (la tuya y la de tu entrevistador, del que has memorizado su firma corporativa en los emails que llegaban a tu correo como agua de mayo). Es el momento del dilema entre ser tú mismo o construirte un personaje (muy mala idea, nos lo han dicho millones de veces y es muy cierto), el de la búsqueda del equilibrio en nuestras respuestas, del término medio sin dar una imagen de ambigüedad, de la hora de la verdad en la que evaluarán la primera impresión positiva. Otro día hablaremos de la trascendencia vital que le damos a esos desvíos que se cruzan en nuestros caminos y que se presentan como una oportunidad para un cambio en tu carrera profesional; desvíos buscados o encontrados espontáneamente, como los “bolets“.
El post de hoy va de tiempos: del tiempo del candidato y del tiempo de la empresa, del pre y el post a una entrevista de trabajo. Y como es mi primer post y nos estamos conociendo, voy a contar una historia basada en hechos reales y propios.
Hace algún tiempo, apliqué a una oferta de trabajo en una ONG internacional muy conocida. Hice mis deberes, empezando, como ya he apuntado, por valorar objetivamente si daba el perfil. Hay que tenerle cariño y respeto a nuestro propio CV y respeto también por los tiempos. Ésta es una regla de juego no escrita y en ocasiones también un poco escondida como veremos…
Como lo cortés no quita lo valiente y como la cortesía nunca está de más (en Ethikos 3.0 las frases de personajes ilustres nos inspiran, pero también las del refranero anónimo), yo di desde el principio lo mejor de mi cortesía, de mi valentía (no sé si es meritorio, seguramente no, pero desde luego un poco valiente hay que ser cuando tienes delante tuyo formularios latosos y largos de la propia empresa) y de mi tiempo.
Empezaremos por el formulario. Pensar, redactar bien las respuestas y ser sucinto no es sencillo y nos lleva un tiempo, bastante tiempo. Además, nos estamos presentando con mucha transparencia y dedicación cuando desgranamos nuestro CV. Estamos contando cosas de nuestra vida y de nuestras inquietudes, más todavía si respondemos por escrito a preguntas del tipo: cuáles son tus experiencias concretas en….cuáles han sido tus mayores fracasos…de qué te sientes orgullosa en tus aptitudes… qué puntos necesitas mejorar…de qué manera gestionas las frustraciones, etcétera.
El siguiente paso en este proceso de selección fue una entrevista por Skype con el jefe de RRHH de la ONG. Una hora de entrevista que sumamos a un test de personalidad en forma de cuestionario multirespuesta de 90 preguntas. Vamos sumando tiempo…
Como la cosa iba bien, el siguiente paso fue elaborar una estrategia de alianza corporativa con empresas reales orientada a la captación de fondos. Tengo que decir que disfruté mucho preparando esa estrategia con ideas reales para campañas. Fue un ejercicio muy positivo y útil para las partes implicadas porque ayudó a que me proyectara claramente en lo que serían mis funciones dentro de la ONG. Naturalmente me llevo mi tiempo.
El feedback de mi estrategia fue positivo y por fin me convocaron a la entrevista presencial y final con la directora para Cataluña de la ONG y la responsable de alianzas corporativas de la sede central. El trato fue muy cercano y el ambiente muy distendido. Por fin me hablaban de las condiciones y el salario que correspondían a la posición. Me fue muy bien y agradecí que la respuesta llegara al cabo de muy pocos días, tres si no recuerdo mal.
La sorpresa no vino del hecho de que finalmente seleccionaran al otro candidato. Éramos dos, había un 50% de posibilidades. La sorpresa fue el email que recibí para comunicarme la decisión: un email que se dirigía al estimado candidato y que agradecía mi interés por la posición y en el que me informaban de que no pasaba a las siguientes fases del proceso de selección. No entendí el mensaje, o más bien lo entendí, pero me hice la tonta. No aparecía mi nombre por ningún lado, lo firmaba alguien que se llamaba departamento de recursos humanos y me hablaban de un proceso que seguía su curso.
Me sorprendió para mal que después del tiempo que les había dedicado a lo largo de tres semanas, de haber tenido comunicación con tres personas diferentes de la ONG, de nuevo con sus correspondientes tiempos y dedicaciones, de haberme abierto sus oficinas y compartirme sus políticas y estrategias internas, recibiera un email tan poco personalizado. No me pareció un trato inhumano, pero desde luego no se correspondía a los tiempos invertidos.
Desconozco los motivos para concluir una relación externa de manera tan insustancial, pero no fue una buena estrategia de marca y estaba muy alejada de entender que el tiempo de las personas cuanto menos, es plata.
Mariluz Arranz